Martin Auer: La guerra extraña, Historias para educar en la paz

   
 

El Esclavo

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Traducido por Gema González Navas

Revisado por Sara Bernal Rutter

El Soñador
El Niño Azul
El Planeta de las Zanahorias
Miedo
Otra Vez Miedo
La Extraña Gente del Planeta Hortus
Cuando los soldados llegaron
Dos Luchadores
Cuerpo a cuerpo
La Gran Guerra de Marte
El Esclavo
Los Granjeros a los que se les Daban Bien los Números
La Extraña Guerra
Arobanai
Serpiente Estelar
Atasco
Los Dos Prisioneros
Justicia
Dinero
Historia de un Rey Bueno
Informe para el Consejo de los Sistemas Solares Unidos
Hablando Claro
La Bomba
Prólogo
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Un hombre tenía un esclavo. Y el esclavo tenía que hacerle todas las tareas. El esclavo lavaba al hombre, peinaba su pelo, cortaba su comida y se la ponía en la boca. El esclavo le escribía las cartas, le limpiaba sus zapatos, remendaba sus calcetines, cortaba su madera y encendía el fuego en la estufa. Cuando paseaban y el hombre veía frambuesas, el esclavo tenía que cogerlas y ponerlas en su boca. Para impedir que el esclavo se escapase el hombre siempre le tenía atado con una cadena. Día y noche, lo tenía que tener agarrado y alrededor suyo para que no se escapase. En la otra mano siempre llevaba un látigo porque cuando el esclavo daba tirones de la cadena, el hombre le daba latigazos. Cuando le dolían los brazos y  estaba cansado de darle latigazos, el hombre insultaba al esclavo, a la cadena y a toda la humanidad. 

Algunas veces él soñaba en secreto cómo era cuando era joven y todavía no tenía un esclavo. En aquellos tiempos él podía vagar por los bosques libre como un pájaro y coger frambuesas sin este constante tira y afloja de la cadena.  Ahora no podía ni siquiera ir solo a los lavabos. En primer lugar el esclavo podría escaparse y en segundo lugar no habría nadie quien le limpiara su trasero. Él no tenía ninguna mano libre para esos menesteres.

Una vez cuando él estaba quejándose de todo, alguien le dijo: "Bien, si es todo tan terrible, ¿por qué no le devuelves la libertad a tu esclavo?"

"¡Estaría bueno", dijo el hombre, "para que me mate!". Pero secretamente el hombre soñaba con la libertad.

¿Y el esclavo? ¿Soñaba también con la libertad? No, él ya había parado de soñar con la libertad hacía años. Lo único que soñaba era en convertirse en el amo y llevar al hombre encadenado y darle latigazos y que le limpiase el trasero. ¡Esto es lo que soñaba!


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